“Haute Couture”, Alta Costura, Alta Moda, “High Dressmaking”, “High Fashion” ha sido definida como la creación de prendas a la medida de cada cliente realizadas de forma artesanal, con materiales y tela de alta calidad y cuidados detalles.
Al alcance de unos pocos e integrada al ‘prêt-à-porter’ en la década de 1980, desde sus orígenes hasta la actualidad, es una de las facetas del sistema moda que ha elevado la costura a la categoría de arte.
Cuando en 1789 la Asamblea Nacional en París acordó la eliminación de todo privilegio exclusivo en cuanto a vestimenta se requiere, se iniciaba la marcha irreversible hacia la democratización de la indumentaria.
Atrás quedarían decretos y leyes suntuarias que desde la Edad Media impedían el acceso a determinadas prendas y materiales por las clases del Tercer Estado. Gracias a la Revolución Francesa, se difundió al mundo entero las ideas de esta democratización.
Pero no fue hasta mediados del nuevo siglo (XIX) cuando se establece debido a la consolidación de la nueva clase en el poder y a los avances en las técnicas de la industria textil.
Es entonces cuando los miembros de la burguesía (y los que han podido mantener riqueza y títulos nobles), retoman la necesidad de utilizar la vestimenta como elemento diferenciador.
Cuando la moda femenina alcanza unos de los momentos de mayor esplendor y lujo es en el Segundo Imperio, llamado también neo-rococó. El ambiente mundano de la alta burguesía francesa tenía un contexto adecuado: la corte de Napoleón III
Charles Frederick Worth. (1825-1895). Fue quien dio el primer paso para el establecimiento de un nuevo concepto en la moda. Tuvo la iniciativa de diseñar y confeccionar vestidos y presentarlos ante sus clientas en el cuerpo de su esposa y costureras. Este hecho, marcaría el inicio de la costura-creación y las maniquíes de moda y con ello, la moda como arte.
Worth inauguraría la era del modisto (hombre) como “dictador” de los cambios en el vestir.
La palabra modisto se creó especialmente para calificar a Worth, que consiguió unir la técnica inglesa del corte con el derroche de elegancia propio de los franceses.
Debió gran parte de su fama a dos emperatrices de la época: Isabel de Austria y Eugenia de Montijo, la esposa de Napoleón III. Ambas se hicieron retratar para la posteridad luciendo diseños en seda y tul bordados en oro de Worth.
A partir de ese momento, se comienzan a abrir casas de costura, primero en París y poco a poco en capitales como Londres, Viena y New York.
Doucet, Paquin, Redfern, las hermanas Callot…son algunos de los nombres que instalarán sus firmas en grandes ‘casas’ decoradas con lujo y esmero, donde atendían a sus clientes y en cuyo ‘salón’ mostraban sus creaciones.
Se consolida así, un nuevo sistema tanto de regulación de la moda como de significado de la misma: de artesano anónimo a modisto que goza de notoriedad y renombre.
Es la inauguración de la era de la marca.