El TRAJE TRADICIONAL ¿QUÉ ES?
Es imposible definir un modelo único para el traje tradicional aragonés desde el punto de vista geográfico, puesto que en las diferentes comarcas de nuestras comunidades, las formas de vestir no han sido en absoluto las mismas; pero aun dentro de una misma localidad se daba una tremenda diversidad de usos en la indumentaria en función de la pertenencia del individuo a una determinada clase social (no se visten igual los ricos que los pobres), de su edad (jóvenes y viejos tampoco visten los mismos tipos de prenda), de la época del año, de la ocasión...
El atuendo de las clases mas adineradas evidenciaba la intención de éstas por distanciarse de aquellos sobre quienes ejercían su poder. Por eso, lo mas interesante es analizar la indumentaria propia de las clases populares, de la gente de la calle que tenía que ajustarse a unas limitadas posibilidades económicas. Incluso dentro de este grupo podremos establecer diferencias: los respectivos modos de vida de propietarios, jornaleros y artesanos determinaran también distintas formas de vestir.
Además, hay una marcada diferenciación por sexos, pues el hombre disfrutaba de mayores posibilidades de entrar en contacto con otras zonas y por tanto de conocer nuevas prendas y modas, que adoptaba con mas facilidad, mientras que la mujer, que apenas realizaba desplazamientos, se mostro mas conservadora en sus formas de vestir.
En las sociedades tradicionales las prendas se llevaban hasta que eran inservibles y aun después de eso se reutilizaban para otros usos, aunque fuera para trapos. Eran habituales las labores de zurcido y remiendo para alargar la vida de las ropas. Solo existía una excepción: los trajes de fiesta, ya que, dado el escaso uso que se les daba, podían conservarse durante generaciones. El mejor traje de que disponía un hombre en el Aragón del siglo XIX serla el que le acompañaría en los momentos mas relevantes de su vida: su boda, las grandes fiestas y finalmente, su entierro. Y con las mujeres ocurría algo parecido.
En la economía de subsistencia que caracterizó a la sociedad tradicional aragonesa, dedicada fundamentalmente a labores agrícolas y ganaderas, la pauta fundamental era la austeridad. Partiendo de esa necesidad de aprovechar al máximo los recursos propios, (lana, lino, cáñamo, esparto y pieles) fueran la base para abastecer la demanda fundamental de vestido y calzado.
Se desarrollaron diversos tipos de industrias locales a partir de estos materiales; otra producción textil menos extendida fue la de la seda, con centros de fabricación en Zaragoza y Fraga. Los algodones, cada vez más usados, llegaron desde las industrias catalanas.
También influyeron antiguamente, las corrientes de la moda en la evolución de los trajes, al igual que ocurre hoy en día.
La tipología de las prendas mas frecuente en el siglo XIX para casi todas las comarcas aragonesas, basada en modelos heredados del siglo anterior, fue modificándose con el tiempo según los cambios en el gusto y las costumbres.
Pasaremos primero a definir las características generales de esta tipología en la indumentaria habitual de hombres y mujeres para realizar después un recorrido por las variantes que ésta presenta en las distintas comarcas de nuestra tierra.
EL TRAJE FEMENINO
LAS FALDAS Y SUS COMPLEMENTOS:
Las mujeres llevaban un numero variable de faldas superpuestas, con diferente función y de diversas calidades, que en conjunto realzaban la forma esbelta del talle para contrastar con la anchura de las caderas. Con este mismo objetivo se usaron cada vez con mas frecuencia corsés que ceñían fuertemente la cintura.
Bajo las faldas, la mujer utilizaba como única prenda interior, una amplia camisa de escaso vuelo y largos faldones confeccionada habitualmente en lino, lienzo o cáñamo y mas tarde en algodón. Sobre ella, y cubriendo su mitad inferior, se colocaban una serie de enaguas, que eran faldas interiores de hilo o algodón, generalmente blancas y decoradas en mayor o menor medida a base de puntillas, entredoses o lorzas. Como prenda de abrigo para las piernas estaba el refajo, enagua de poco vuelo tejida con agujas o a ganchillo. También se llevaban las llamadas enaguas o sayas barreras, de algodones estampados y colores sufridos, que se ponían sobre todas las demás para protegerlas de la suciedad.
Había otra pieza, llamada también refajo, que consistía en unas faldas de gruesa tela de paño en diferentes colores y diseños y que se usaba como prenda de protección y abrigo. Por supuesto, su principal característica, como para el resto de las faldas, era la de tener gran vuelo recogido y muy fruncido en la cintura. Habitualmente se llevaban bajo la falda exterior, aunque también podían sustituir a ésta.
La falda exterior, llamada también saya, iba encima de todas esas enaguas y refajos, Confeccionada en tejidos diversos según el uso que fuera a dársele (algodón, lana, seda o mezclas de estos materiales) quedaba como elemento visible del traje. A principios del XIX las sayas llegaban a la altura del tobillo femenino pero años después y como consecuencia de una corriente mas puritana, se fueron alargando progresivamente hasta que en el cambio de siglo apenas dejaban ver la punta del pie.
Como protección para evitar roces y manchas estaba el delantal, que cubría prácticamente toda la parte delantera de la saya. Los hubo en materiales toscos para el trabajo, pero otros se confeccionaron en tejidos finos con adornos a base de puntillas y bordados e incluso se usaron modelos de dimensiones muy reducidas, perdiendo su función inicial para pasar a ser una prenda meramente decorativa.
Un elemento imprescindible para las mujeres era la faldrlquera, faltriquera o bolsillo bajero. Se trataba de una bolsa abierta por delante que sirve para guardar pequeñas cosas o dinero; se ataba a la cintura sobre las enaguas y se accedía a ella a través de las aberturas laterales de la saya y los refajos. Hemos de tener en cuenta que ninguna de las prendas que usaban las aragonesas tenía bolsillos. Había faltriqueras simplemente cosidas a partir de pequeños retales sobrantes, realizadas en telas de mayor calidad y con decoración bordada, o también tejidas a punto de agujas o ganchillo.
JUBONES Y CUERPOS:
Para cubrir el torso existieron varias prendas que se sucedieron en el tiempo. Heredado del siglo XVIII se usaron los cuerpos muy ajustados y con fuertes armazones o varillas. Sin embargo, la pieza mas generalizada en el siglo XIX fueron los jubones, que seguían muy pegados al cuerpo pero ya no incorporaban los elementos rígidos. Solían ir abiertos por delante, sujetos con cierres metálicos, y eran cortos hasta la cintura. Las mangas, también muy ajustadas, tenían forma para facilitar el movimiento del brazo. No llevaban decoración, o en todo caso solo en el puño, pues era la única parte que quedaba visible, el resto se cubría con pañuelos o mantones.
Para épocas mas calurosas se usaba el justillo, prenda similar al jubón pero sin mangas y entallada por delante mediante cordón (encordadera) y ojetes. También podían ir abiertos por la espalda, y en este caso llevaban encordaderas tanto por delante como por detrás.
En los últimos años del XIX surgieron las chambras o cuerpos, cuyo uso se mantuvo en muchos casos hasta bien entrado el siglo XX. Ambos de manga larga y menos ajustados que los jubones, popularmente se diferenciaron llamando chambra a las prendas sencillas de diario, de algodón o lanilla, abotonadas y entalladas a la cintura.
PANUELOS Y MANTONES:
Pero lo habitual era que las mujeres llevaran por encima de los hombros pañuelos, mantoncillos, mantones o toquillas. La variedad de estas prendas en cuanto a tamaño, materiales y decoración era enorme, se confeccionaban en lana, seda, algodón (en menor medida) o mezclando estos productos, llevaban decoración estampada, adamascada (o sea, aquella en la que el propio tejido forma el dibujo) o bordada, podían ser de color liso, combinando dos tonos o totalmente coloreados, con o sin fleco y de tamaños que oscilaban desde el pequeño pañuelo de cabeza hasta las grandes piezas de casi dos metros de ancho.
Y si rica era la diversidad de estas prendas, no era menos la forma en que podían colocarse: siempre doblada en diagonal, se ajustaban con alfileres al cuello para unir las dos mitades por delante sin dejar escote.
MEDIAS Y CALZADO:
Las medias con las que las mujeres cubrían sus piernas estaban tejidas con agujas en lana o algodón. Predominaban los colores en blanco y negro, tenían pie y llegaban justo hasta la rodilla. Se sujetaban con ligas o atadores.
Como calzado, se llevaban prendas muy arcaicas como abarcas de piel, zuecos, alpargatas y espardeñas (todas ellas con múltiples variantes) Otro calzado mas evolucionado fueron los zapatos y los botines, utilizados en ocasiones señaladas por ser piezas de cierto lujo.
PEINADOS:
El tocado mas extendido en épocas pasadas en tierras aragonesas fue el moño "de picaporte" especie de lazo vertical que se hacia trenzando el pelo y se colocaba en la parte posterior de la cabeza. Este peinado habitual a mediados del siglo XIX no sólo entre las mujeres aragonesas, sino de otras áreas españolas (estando documentado por grabados y fotografías) y se ha conservado con características peculiares en algunas comunidades como la de Fraga.
Sin embargo, el mas común entre las ancianas hasta época reciente era el moño "de rosca" peinado que sustituyó al de picaporte en la segunda mitad del siglo XIX. La rosca se realizaba tensando bien el cabello y recogiéndolo en la nuca. donde se trenzaba, enroscaba y sujetaba a la cabeza con horquillas y peinetas. Existían diferentes variantes, según se dispusieran las trenzas. El rasgo característico de estos peinados era la sujeción, donde se trataba de evitar en lo posible que penetrara en ellos la suciedad y los piojos. La higiene en esa época era mínima y el cabello no se lavaba, sino que se peinaba y repeinaba hasta eliminar de ellos la suciedad y elementos extraños.
EL TRAJE MASCULINO
Entre los hombres se mantuvo hasta el ultimo cuarto del siglo XIX, de forma generalizada, el tipo de traje considerado tradicional. Era un modelo basado en los que se usaban en el XVIII, aunque el origen de algunas de sus prendas pueda remontarse mas atrás. Los calzones cortos hasta la rodilla fueron su elemento mas representativo, de forma que su abandono en las décadas finales del siglo marcó el inicio de una serie de cambios radicales en las formas de vestir.
Enumeraremos las prendas que conformaron la indumentaria masculina, incluyendo referencias al proceso de transformación socioeconómica que se vivió en esta época y que tuvo su consiguiente repercusión en la indumentaria. Una cuestión ya mencionada es el hecho de que los hombres asimilaron con mayor rapidez que las mujeres las nuevas tendencias y prendas. Ellos acudían con mas frecuencia a las ferias y a la ciudad, donde entraban en contacto con las innovaciones en el vestir, que acababan por imponerse sobre lo tradicional.
CAMISAS Y ZARAGUELLES
En un principio también el hombre utilizo, como única ropa interior, la larga camisa de lienzo, hilo o algodón. Era una prenda amplia, con una abertura en el pecho que no llegaba a la cintura, largos faldones y mangas anchas. Podía llevar cuello, cuya forma variaba según las tendencias de la moda. Lo que hace mas peculiares a estas camisas es la llamada pechera, pieza que se añadía en la parte delantera, a ambos lados de la abotonadura, y que en algunos casos llevaba bordados decorativos.
La otra prenda interior de los hombres, los zaragüelles o calzoncillos, fue incorporada por una minoría a principios del siglo XIX y tardaría aun varias décadas en generalizarse. Confeccionado en tejidos similares a los de las camisas, era un pantalón corto hasta debajo de la rodilla, donde se ajustaba mediante cintas, con una abertura a modo de bragueta. Los zaragüelles no debían asomar por debajo del calzón, aunque tampoco se evitaba que se viesen un poco, pues en un primer momento fueron considerados como un símbolo de ostentación.
PANTALONES
Sobre los calzoncillos, generalmente de color blanco (aunque también los hubo rayados y a cuadros, sobre todo cuando comenzaron a confeccionarse en algodón), se llevaba el calzón, pantalón ajustado a la pierna hasta debajo de la rodilla. Su antecesor directo fue el calzón cortesano, el "culotte” de la alta sociedad francesa que había marcado la moda en la Europa del siglo XVIII, Entre las clases populares se confeccionaron con los materiales que se tenían a mano: paños, estameñas y, en casos muy especiales, sedas. Al igual que para el resto de las prendas, en su evolución fue muy importante la llegada de los tejidos industriales de algodón (panas y terciopelos, procedentes sobre todo de Cataluña), cuyo uso se extendió rápidamente dada su comodidad, calidad, facilidad de limpieza y bajo coste.
Una pieza que desde finales del siglo XIX se convirtió en prenda habitual de los aragoneses fue el pantalón largo, olvidado frecuentemente al hablar de la indumentaria tradicional de nuestra tierra. De hecho, los pantalones largos fueron contemporáneos absolutos de los trajes femeninos que llamamos “de época", y coexistieron desde muy pronto con las prendas comúnmente consideradas tradicionales. Se usaron a la vez que los calzones hasta que estos últimos fueron abandonándose progresivamente, lo que en casos aislados y en determinados núcleos rurales no se produjo hasta fechas relativamente recientes (años 60).
CHALECO Y CHAQUETA
Prenda casi obligada era el chaleco, que iba sobre la camisa. Entallado, con cuello y corte variable según la época, llegaba justo hasta la cintura y se abrochaba con una o mas filas de botones en el caso de que fuera cruzado. Esta prenda se confeccionó en materiales mas diversos que otras prendas del traje. Si para diario predominaban las telas de algodón como la pana, los reservados para fiestas o grandes celebraciones el tejido que se utilizaba era el terciopelo brocado, sedas adamascadas o incluso bordados.
Los chalecos destacaban por un colorido mas vivo y alegre para los jóvenes y tonos mas sobrios para los adultos.
Sujetando chaleco y calzón iba la faja enrollada a la cintura. Generalmente tejida en estambre, pudo confeccionarse con materiales mas ricos para determinadas ocasiones.
La función de la faja era servir como gran bolsillo donde llevar los objetos personales: "moquero”, petaca, mechero, navaja, monedero...
La chaqueta del traje era una prenda de mucho vestir y estaba confeccionada con el mismo tejido que el calzón. Eran cortas hasta la cintura y podían llevar diseños en las solapas o acabados que variaban según la moda, como ocurría con los chalecos.
CALZADO
Para cubrir las pantorrillas, los hombres tenían dos posibilidades: usar medias, con pie y tan solo hasta la rodilla, o bien calcillas o <medias de estribo>, sin pie pero con una tirilla tejida que pasaba por debajo del talón. Estas piezas se tejían con agujas y los materiales habituales (lana o algodón) y generalmente no llevaban decoración.
Sin embargo no faltaban para ocasiones muy especiales las medias adornadas con elaborados puntos. Los colores mas frecuentes eran el blanco y el negro, aunque las hubo también moradas, azules, pardas... según el hilo disponible para su confección pero sobre todo en función de su uso y del gusto del propietario.
Muy a menudo, y protegiendo el pie tanto en verano como en invierno, se colocaban unos gruesos calcetines o piales. Las medias iban sujetas bajo la rodilla con ligas, igual que vimos para las mujeres. Para abrigar el pie y la pantorrilla había otras prendas quizás menos difundidas pero muy usadas en algunas zonas: los escarpines, especie de calcetín o botín confeccionado con grueso paño de lana, y las polainas, de paño o cuero que cubrían desde el pie hasta la rodilla.
Los artesanos de cada localidad confeccionaron un amplio repertorio de tipos de calzado, que variaba en función del uso que se le fuera a dar. El mas común era la alpargata miñonera, con suela de cáñamo, puntera diminuta, talonera y abundantes cintas o feladices cubriendo el empeine. Pero eran habituales también otros tipos de alpargatas, como las realizadas enteramente en esparto (espardeñas), las abarcas de piel (en época muy reciente, fabricadas con neumáticos), zuecos y de forma minoritaria zapatos y botas.
PAÑUELOS Y SOMBREROS
En la cabeza se solía llevar un pañuelo, que según su calidad, colorido y colocación trasmitía una idea acerca de la personalidad del individuo que lo llevaba y de la ocasión para la que se lo había puesto. Por ejemplo, los de colores y diseños mas llamativos eran propios de los jóvenes quienes a la hora de ponérselos podían hacer diferentes tipos de nudos (con las puntas recogidas o sueltas, con lazada, con doble vuelta en forma de gorra... etc
El término cachirulo, (hoy tan popular) no se conoció entre nuestros antepasados, porque fue acuñado por el folclorista Demetrio Galán Bergua bien avanzado el siglo XX.
Sin embargo no fue el pañuelo la prenda considerada mas característica de los aragoneses, fueron los sombreros de alas muy anchas. Era habitual que los hombres se cubrieran con estas y otras prendas similares para protegerse del clima: sol de justicia en verano, frio intenso en invierno y frecuentes lluvias en áreas de montaña.
EL ABRIGO
El clima determina también la necesidad de llevar prendas muy abrigadas para e1 invierno. Entre ellas fue muy común la manta, parda o de cuadros en vivos colores. La capa, de paño negro o pardo, era pieza no solo de abrigo, sino de ceremonial, por lo que se usaba en cualquier época o en ocasiones especiales como funerales.
Otros modelos de abrigo muy difundidos fueron los gabanes, las anguarinas o capotes y los populares tapabocas, especie de grandes bufandas de lana, negras en los casos mas sencillos y de colores en los llamados “de astracán”. Estos últimos tenían un acabado de suave pelo que podía ser reversible, con diseños y colorido diferentes en cada cara.
BLUSA
Una prenda mas reciente es la blusa, especie de chaquetilla que comienza a difundirse en la segunda mitad del siglo XIX y que, partiendo de materiales y formas sencillas, se popularizo de tal manera que acabó convirtiéndose en prenda de fiesta.
Los cambios en la indumentaria masculina sufrieron, a partir de finales del siglo XIX, el proceso de internalización de la moda por el que se comienzan a abandonar las peculiaridades regionales en el vestir para tender a una mayor uniformidad en toda Europa occidental.
En la indumentaria de la mujer no se inició este mismo proceso hasta el primer tercio del XX, y eso entre las clases sociales mas adineradas; un elemento significativo del cambio de gusto en la forma de vestir fue el abandono, en esa época, de las faldas largas.
ÁREAS GEOGRÁFICAS
Realizaremos ahora un breve recorrido por las comarcas para ir señalando las características que se pueden considerar interesantes en la evolución del vestido.
El medio físico es condicionante básico de la indumentaria: en las tierras frías no se viste de igual forma que en las cálidas, y también hay diferencias notables entre las formas de vestir de las zonas cuyo relieve facilita las comunicaciones y las de aquellas otras aisladas entre montañas. De modo que, para clasificar los tipos de traje usados en tierras aragonesas, nos detendremos en las tres grandes unidades de relieve de la comunidad: los Pirineos, la cuenca del Ebro y el Sistema Ibérico.
EL PIRINEO
Valles occidentales. Ansó y Echo
Los rasgos característicos de los trajes de esta zona, de personalidad muy marcada, atrajeron desde fechas muy tempranas la atención de estudiosos como Ricardo del Arco, gracias a cuyos trabajos contamos hoy con abundante información sobre ellos.
EL VESTIDO FEMENINO
En estos valles se produjo un fenómeno de supervivencia de los modos de vestir de épocas muy anteriores, especialmente en el caso del traje femenino, para el que se ha señalado un origen tardomedieval. Algunas de las piezas que lo componen, sin embargo, fueron incorporadas en épocas posteriores. El elemento mas destacado, que enseguida llama la atención, es el vestido exterior de paño, largo hasta los pies y realizado en dos piezas: la superior es el corpiño, que llega hasta la altura del pecho y puede llevar mangas o no y la inferior, el sayo, compuesto por faldones fruncidos que desde el corpiño llegan hasta los pies.
Para el valle de Ansó tenemos tres tipos de vestido: la basquiña, con corpiño negro sin mangas y sayo de color verde; el saigüelo, con el corpiño negro y sayo también negro con una banda blanca en el borde inferior, y la saya, de corpiño con mangas de color variado y sayo negro.
Bajo esta prenda las mujeres llevaban una camisa, de lino en la parte alta mientras que los faldones estaban hechos de cáñamo o estopazo. La camisa lleva un vistoso cuello plisado y almidonado llamado gorguera. También destacan las amplias mangas unidas por su decoración a base de pequeños bordados a cruceta en color. Sobre la camisa, y cubriendo las piernas, iban las enaguas y refajos sobre las que finalmente se colocaba el vestido. Cubrían la cabeza con un pañuelo de lana o algodón y las piernas con medias de color oscuro. El calzado mas usual eran alpargatas o abarcas de piel fruncida por una tira de cuero y de aspecto puntiagudo.
Para el traje festivo, usaban una basquiña especial muy bien plisada, y se añadían al traje otros complementos, como pañuelos de seda en la cabeza y joyas que no se usaban a diario. Los pendientes y un gran broche al cuello, calado y con pedrería, llamado sofocante.
Se conoce también la existencia del "traje de cofradía” en el que las mujeres llevaban saigüelo negro con una escarapela de cintas sobre el pecho. Encima de ella, y suspendidas de una larga cadena, lucían una serie de joyas de carácter religioso (vírgenes del Pilar, crucifijos y relicarios) conocidas como “la plata". Y tienen su origen en los siglos XVII y XVIII de buena parte de las piezas de joyería. Las mangas de la camisa se cubrían con unos manguitos de bayeta blanca, con decoración de pasamanería, iban unidos por la espalda con la "cuerda", una banda ancha de tejido que también se adornaba con abalorios.
Las mujeres ansotanas conservaron un característico peinado Se trata de los "churros". Para hacerlos se estiraba y peinaba muy tenso el pelo, con raya en medio, una vez separado a los lados, se disponía en dos trenzas que después se forraban, añadiendo un postizo de tela, con una larga y ancha cinta de calidad y color variables. Así forradas, las trenzas se cruzaban alrededor de la cabeza formando una especie de corona que, como hemos visto, podía dejarse al descubierto o cubrirse con un pañuelo.
No existe para Echo una documentación tan detallada como para el caso de Ansó, aunque contamos con fotografías de principios de siglo XX. En ellas las mujeres aparecen con basquiñas verdes, camisas de hilo con mangas abullonadas y altas gorgueras. Para proteger los antebrazos se colocaban asimismo, sobre la camisa, manguitos sencillos de tela o ricamente decorados
ANSOTANOS Y CHESOS
Respecto del traje masculino, el hombre fue quien adopto con mayor rapidez las innovaciones, dadas sus posibilidades de establecer contactos con otras comarcas. Cuando pasaba a la vecina Francia, o bajaba al Somontano y al valle, tenía ocasión de conocer e incorporar las nuevas modas. Los hombres vistieron siguiendo las pautas generales descritas para el tipo de traje habitual en Aragón, si bien tradicionalmente se han señalado para estos valles algunos elementos que resultan peculiares -aunque no exclusivos- de la montaña.
Un elemento destacado siempre en el vestido de los hombres de Echo y Ansó es el empleo de una especie de chaqueta de paño blanco de abrigo, decorada en las boca-mangas, coderas y solapas con dibujos realizados en trencilla negra. Se trata del chlpón o chibón (derivación de jubón), que se usaba como cuerpo, pues iba sujeto por la faja al modo que vimos para el chaleco.
Piernas y pies se protegían del frio mediante gruesos peales, con peazos o tiras de paño para cubrir las pantorrilas o bien con borceguíes, nombre que aquí se daba a los escarpines.
El resto del traje masculino se ajusta a lo comentado con anterioridad: calzones y chaleco realizados en el mismo material (paño o pana), medias o calcillas y alpargatas. Para casos muy especiales, zapatos, faja de calidades y color variables y pañuelo en la cabeza.
Sobre el pañuelo se colocaba a menudo el sombrero llamado "de Sástago", de copa semiesférica y con alas cortas, que los hombres compraban en las ferias del llano. Este sombrero "de Sástago" era el reservado para las ocasiones importantes, aunque, evidentemente, los modelos usados a diario serian mucho mas variados: con alas cortas o anchas, de copa plana o redondeada, etc. Como prendas de abrigo eran usuales las mantas y capas, .
Valles Centrales y Orientales
Conforme nos vamos desplazando hacia el este, en la zona central del Pirineo aragonés, encontramos valles mas abiertos y mejor comunicados: los del Valle del Aragón y Valle de Tena. El primero de ellos fue zona frecuentemente recorrida por viajeros y peregrinos a Santiago. El puerto de Somport era una de los puntos claves de entrada en la península en las rutas hacia Compostela, concretamente de la que seguía el llamado Camino Francés. En su recorrido se encuentra el principal núcleo urbano del Alto Aragón, Jaca, antigua capital del reino aragonés y centro del intercambio comercial de estas comarcas.
Las actividades económicas son similares a las del resto de los valles pirenaicos, aunque matizadas por ese mayor contacto con otras zonas. La principal fuente de recursos era la ganadería, lo que también favoreció el desarrollo de una industria artesanal de tejidos de lana. En e1 siglo XVIII esta documentada la existencia de talleres de tejedores en Biescas, Jaca, Boltaña y Panticosa, así como de un batán en esta ultima localidad.
El resto de los materiales para la confección (lienzos, algodones y sedas) o los adornos de los trajes (cintas, pañuelos y joyas se adquiría en zonas próximas, en los comercios de Jaca, por medio de las visitas de pastores trashumantes a las ferias de la tierra baja o en la vecina Francia.
Para los siglos XVII y XVIII se documenta el uso de prendas muy parecidas a las que se llevaron en los valles de Ansó y Echo. Sin embargo, y debido al contacto con zonas de mayor desarrollo, se produjo mas tempranamente el abandono de estos modelos de traje y su sustitución por las nuevas formas de la moda internacional.
Tanto hombres como mujeres vestían siguiendo las pautas ya señaladas en la descripción del tipo de indumentaria mas habitual en Aragón.
LA VAL DE CHISTAU Y BIELSA
En la Val de Chistau se han conservado numerosas prendas antiguas, disponemos además de interesantes documentos gráficos de finales del siglo XIX y principios del XX que nos proporcionan abundante información sobre los vestidos tradicionales de este valle. los trajes de Bielsa presentaban características similares a los de Chistau,
Dentro de la estructura habitual del traje femenino, era bastante característico en estos valles el uso, sobre la camisa interior, de jubones abiertos por delante a modo de justillos, con encordadera de sujeción y gran abertura en el frente en forma de V. Sobre los hombros se llevaban pañuelos y mantoncillos, en modelos y calidades variables.
Para proteger la falda llevaban grandes delantales, en ocasiones con complicadas labores de plisado en la cintura. El calzado era el habitual: alpargatas o abarcas y zuecos para el agua. Sobre la cabeza se anudaban un pañuelo doblado en diagonal con el pico hacia atrás y atado por delante.
En estos valles también se constato la aparición y extensión de las modas mas avanzadas a finales del siglo XIX, con el uso de trajes y mantones, al igual que ocurrió en los valles centrales.
En Chistau, mantuvieron por mas tiempo que en otras zonas el traje de calzón. Los que se reservaban para los días de fiesta mostraban ciertas peculiaridades: colores mas variados en los paños (aunque siempre dentro de una gama de tonos oscuros) y tejidos mas modernos como el terciopelo y la pana de algodón con que confeccionaban calzones y chalecos. Las prendas que se han conservado llevan decoraciones bordadas en vivos colores, en las aberturas inferiores de las perneras y en las solapas del chaleco. Directamente sobre la camisa y bajo el chaleco, se llevaban las ya conocidas blusas realizadas en materiales mas cuidados.
LA RIBAGORZA
La comarca mas oriental de esta amplia zona que hemos ido recorriendo por el Alto Aragón es la Ribagorza. Las condiciones de su medio físico y económico son similares a las del resto de los valles, rasgos igualmente aplicables a la mayoría de las comunidades asentadas en la alta montaña.
Las características de los trajes de esta amplia comarca se han puesto en relación con la limítrofe Lérida por la aparición de algunas prendas identificadas tradicionalmente con tierras catalanas.
Las mujeres visten sayas, camisas y jubones con pañuelos a los hombros. Llaman la atención aspectos como la abundancia de los jubones de paño con encordadera delantera, el grosor de las faldas y una prenda no vista hasta ahora aunque extendida por buena parte de los Pirineos, tanto del lado español como del francés: el caputxo con el que se cubrían para las ceremonias religiosas y que en algunos casos servía como abrigo y protección contra la lluvia, Se trata de un capuchón de paño negro, con un pico puntiagudo hacia adelante, que se llevaba doblado sobre la frente dejando la cara descubierta, con una borla o tufa en el centro que colgaba sobre la nariz.
El traje de los hombres ribagorzanos repite las características ya conocidas, aunque introduciendo un tocado novedoso: la gorra llarga, similar a la barretina de los vecinos catalanes.
Normalmente se colocaba ésta sobre el pañuelo de cabeza a modo de gorro, recogiéndola por su longitud -entre seis y nueve palmos-, en sucesivos pliegues sobre la frente. Estaban hechas a punto de media o en paño fino, en diversos colores: las negras para luto, las moradas llamadas “muscas" usuales entre la gente de edad, y las rojas o “roias”, que eran las preferidas por los jóvenes.
De nuevo aparecen como calzado los zuecos o “socs”, exclusivamente de madera o bien con el empeine de piel, de punta muy levantada y con fuertes herrajes. Los escarpines o borceguíes se conocían aquí como “pealetas” y eran empleados tanto por hombres como por mujeres.
Se vistieron varios tipos de abrigos, el mas singular es el jaique, gabán con mangas, sobrecapa y vuelo acampanado, con alta tirilla para proteger la nuca. Esta prenda, confeccionada en paño pardo o negro, era propia de personas de cierto nivel económico, en especial ganaderos.
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LA TIERRA LLANA
El entorno geográfico
Esta zona es la de mayor extensión dentro de la comunidad aragonesa. Abarca todo el calle del Ebro con sus afluentes, extendiéndose hacia las primeras estribaciones de los sistemas montañosos, desde los Pirineos al Sistema Ibérico. Consideraremos aquí la Ribera del Ebro, Cinco Villas, Monegros, la Violada, el Bajo Cinca y el Bajo Aragón, así como otras comarcas donde comienza a aumentar la altitud según nos separemos hacia el norte o hacia el sur del eje del Ebro: la Hoya de Huesca, el Somontano de Barbastro, la Litera, el Somontano de la Ibérica o el Campo de Cariñena, entre otras.
El medio natural condiciona también aquí los modos de vestir. En primer lugar el clima es continental, lo que determina la aridez de la zona. Las lluvias, escasas y muy desigualmente repartidas a lo largo del año hacen de esta región una de las mas secas de la península Ibérica. Esta aridez resulta suavizada tan solo por el caudal del rio Ebro y sus afluentes. En cuanto a las temperaturas, lo mas característico es el fuerte contraste entre estaciones, con veranos muy calurosos e inviernos que pueden llegar a ser extremadamente fríos.
El medio es propicio para una agricultura de cereal, viña y olivo en grandes extensiones del llano, y de huerta en la proximidad de los ríos. Conforme se asciende hacia los somontanos, van ganando en importancia actividades como la ganadería ovina, base de una antigua producción local de tejidos de lana.
Del mismo modo que el clima modifica y en algunos casos hasta determina el tipo de indumentaria, también tiene importancia la facilidad o los problemas de comunicación con otras zonas, y por tanto la mayor o menor posibilidad de recibir influencias y productos de fuera. En este aspecto la Tierra Llana ha sido una privilegiada. Su relieve poco accidentado ha hecho posibles los intercambios culturales y comerciales con otras regiones a lo largo de la historia.
El valle del Ebro es el principal eje de comunicaciones entre el norte de la península Ibérica y el Mediterráneo. Por esta zona circularon importantes rutas comerciales que tenían escala obligada en Zaragoza, centro urbano y comercial de Aragón por excelencia.
La influencia de la capital
En Zaragoza residían las clases sociales mas acomodadas, entre ellas la nobleza y la burguesía, que siempre han destacado por adoptar con rapidez las nuevas modas internacionales. Estos grupos privilegiados fueron el espejo donde se miraban los ciudadanos menos afortunados, que poco a poco iban incorporando en sus trajes estas innovaciones.
En las zonas rurales de esta zona, durante el siglo XIX, los contactos con la ciudad favorecieron la adopción de nuevas tendencias en el vestido. Zaragoza fue el núcleo principal, pero también tuvieron importancia otras localidades del área que funcionaron como centros comerciales secundarios.
En estas pequeñas ciudades existió una variada oferta de tejidos y prendas, procedentes de los mas remotos lugares, como consecuencia del proceso de internacionalización de los mercados que se inició en el siglo XIX y que ha continuado hasta nuestros días. En los comercios de Zaragoza, y en menor medida en otras ciudades de Aragón, se obtenían productos textiles de las industrias españolas, en su mayor parte catalanas, pero también llegaban novedades del extranjero. Así ocurrió por ejemplo, con los chales o mantones de lana de Cachemira.
Esto no implicaba necesariamente un rápido abandono de las formas tradicionales. Hay que tener en cuenta, que la población mas numerosa la constituían los campesinos del mundo rural, grupo que centra nuestro interés al hablar del traje tradicional y que en general no podía permitirse un brusco cambio de vestuario. Las prendas usadas por este sector presentan las características ya descritas con anterioridad: para las mujeres, enaguas y refajos, faldas, camisa, jubón o chambra, y pañuelos o mantones por los hombros. Para los hombres, traje de camisa, chaleco, calzón y chaqueta.
En la ciudad, el cambio en los gustos respecto de la indumentaria fue mas rápido, y la oferta de tejidos y diseños mucho mas variada. La máxima diversidad en atuendos y modos de vestir se dio en Zaragoza y en el área central del valle del Ebro y de los somontanos.
Ya en el ultimo cuarto del siglo XIX aparecen las primeras prendas modernas para los hombres: un ejemplo bastante representativo fue la adopción de los pantalones largos, que representaron un cambio rotundo. Las mujeres, mientras tanto, seguían manteniendo modos mas tradicionales. Hasta la ultima década del siglo XIX o primeros años del siguiente no se comenzaron a copiar los modelos de la burguesía introduciendo ricos y decorados cuerpos a los trajes, y aun así se mantuvo el modelo de saya habitual con todo el vuelo fruncido en la parte trasera y con varias pinzas o palas en la parte anterior. Las faldas que alargaban ligeramente la parte trasera para poder incorporar el polisón —especie de armazón que levantaba la cadera por detrás-, sólo fueron adoptadas por las clases mas pudientes, mientras que el pueblo copió los elementos que consideraba mas próximos a su gusto y comodidad.
SOBRE EL TRAJE DE BATURRO
Se ha pretendido durante mucho tiempo unificar esa diversidad de formas en un único modelo de traje típico que representase a nuestra tierra y a sus gentes, para lo que se optó por crear uno que simplificase la estructura de los trajes y se partió de los usados en el valle del Ebro. Esta creación folclórica se definió especialmente a partir de la Guerra Civil, cuando los usos tradicionales ya iban cayendo en el abandono.
El traje <de baturros> que a lo largo de varias décadas represento a los aragoneses en los certámenes folclóricos (en los llamados Coros y Danzas de España organizados por el régimen franquista), surgió de las formas tradicionales, pero quitándole personalidad por el empeño de asignar un <traje regional> a cada una de las comunidades españolas. Durante muchos años, la vida tradicional y las costumbres de las pasadas generaciones fueron tratadas únicamente como espectáculo, llegando incluso a convertirse en un numero de variedades próximo al género de la revista. Vimos como los <baturros> vestían el cachirulo (término bastante reciente y acuñado por D. Demetrio Galan Bergua) de cuadros rojos y negros, los anchos calzones con grandes calzoncillos al aire o los chalecos sueltos sobre la camisa arremangada, Y las <baturras>, fueron acortando las faldas hasta la rodilla, reduciendo al extremo el tamaño de los delantales y abriendo grandes escotes a sus jubones.
Eran trajes para el espectáculo (hasta se conocían como <traje de bailadora>), que se sustituyeron en las últimas décadas por los "de Labradora" o los “de gala" . En los dos tipos se realizaba la misma simplificación, pero alargando las faldas. Para el <de labradora> se impuso una prenda de lujo que antiguamente no pudo estar al alcance de la mayoría de la población, como era el mantón de Manila.
NOVEDADES EN EL VESTIR FEMENINO. MANTONES Y PAÑUELOS
Los mencionados mantones de Manila eran piezas de seda bordadas en China que llegaron a España a través de las rutas comerciales que partían de Filipinas. Con la incorporación de flecos tejidos, muy pronto se copiaron en nuestro país sobre diferentes calidades de seda.
Para la población femenina que no podía permitirse esos lujos llegaron a los mercados de las ciudades, y de allí a los pueblos, infinidad de pañuelos y mantones de diferentes calidades, texturas y decoración, variaban en primer lugar los materiales de fabricación: lana, seda, algodón o mezclas de estos productos.
MANTONES Y PAÑUELOS DE SEDA
Los mas comunes fueron los siguientes:
-Mantones de ala de mosca. Tejidos en seda de color marrón muy oscuro y decorados en vivos colores con diferentes motivos bordados (flores, pájaros, mariposas o insectos) que se concentran en los cuatro ángulos de la pieza o tan solo en dos de ellos enfrentados. Eran prendas de fiesta y sustituían a los de Manila.
-Mantones de crespón lisos. El crespón es un tipo de seda sin brillo que alcanzó una gran difusión. Estos mantones, que se tejían en diferentes colores, tenían grandes dimensiones y se usaban también como prenda festiva aunque se trataba de una prenda menos rica.
-Pañuelos adamascados. Muy usados y de dimensiones tan variadas como su colorido, todos tienen decoración de motivos brillantes sobre fondo mate.
-Pañuelos de seda estampados. Eran mucho menos abundantes, sobre todo aquellos cuyas medidas permitían cubrir el busto, Algunos de ellos presentan una determinada modalidad de estampación en seda consistente en la combinación de adamascados y estampados.
-Pañuelos de gro. Esta denominación popular deriva de un tipo de seda gruesa sin apenas brillo. Se trata de pañuelos brocados que combinan en el tejido hilos de varios colores para formar la decoración. Predominan en ella los motivos vegetales y geométricos, especialmente cuadros de tonalidades muy vivas que se popularizaron en las ultimas décadas del siglo XIX.
MANTONES Y PAÑUELOS DE LANA
-Pañuelos de merino bordados. El merino es un tejido elaborado a partir de hilo de lana muy fina, obtenida de las ovejas de esta raza. Sobre este material se bordaron motivos florales y animales que recordaban a los de los mantones de Manila. Para estos bordados se usaban hilos de colores diversos, sobre todo ocres, negros y verdosos, también los había en tonos crudos, amarillos o rosas. Se usaban pera diario, tras las faenas del día.
-Pañuelos de merino estampados. Los procesos de estampación se generalizaron en la industria textil europea a principios del siglo XIX Así consiguieron imitar con sistemas baratos los ya mencionados mantones de Cachemira.
-Mantones de merino lisos. Era el modelo más sencillo confeccionado en este material al no presentar ninguna decoración salvo en algunos casos el fleco añadido. Lo usual era que el contorno se deshilachara un poco.
-Mantones de lana adamascados con seda. Estas piezas de abrigo mezclan dos materiales con texturas diferentes y en algunos casos combinan también colores. Así se tejían con motivos adamascados, en algunos casos aprovechaban el brillo de la seda para crear mayor contraste. Predomina la decoración a base de motivos florales repartidos regularmente por toda la pieza y la realizada formando cuadros y rayas. Entre los mas apreciados figuran los conocidos como <amatizados> con diseños tejidos en forma de cachemires de tonos rojizos amarillos o dorados mezclados con negro.
-Mantones de lana de pelo. Este tipo era el que tradicionalmente recibía el nombre genérico de <mantón>. Tenían gran tamaño y considerable grosor en el tejido de la lana, que aparecía con largo pelo peinado en una de las caras. Fueron usados por las mujeres como principal prenda de abrigo hasta fechas bastante recientes. Predominan los de color negro, pero también los había azules, ocres, etc.
-Mantones de punto. De características similares a los anteriores, eran de punto y su confección era industrial.
-Capuchas. Mantones o chales de lana, generalmente rectangulares, que se colocaban cubriendo la cabeza a modo de capuchón. Las calidades eran diversas, desde los mas lujosos tejidos en lanas de colores —los de Cachemira-, hasta los de fina lana merina en color liso, pasando por los de lana con dibujos estampados.
El Bajo Aragón y el Bajo Cinca
Las tierras del Bajo Aragón zaragozano y del Bajo Cinca son fértiles y bien regadas por los ríos que las surcan, lo que las hace prosperas y densamente pobladas. Su clima, con matices mediterráneos, es mas próximo al de levante.
Las principales localidades de la zona son Caspe, Fabara, Mequinenza y Fraga.
EL VESTIDO DE LAS FRAGATINAS
La mas destacada de ellas es el uso diario por las mujeres de faldas exteriores de percal (faldetes), tejido de algodón barato habitualmente estampado. Estos tejidos, conocidos también como indianas, llegaron durante buena parte del siglo XIX desde las próximas industrias catalanas. El uso del algodón fue común en casi todo el territorio aragonés, pero esta zona es especialmente destacable por la riqueza y variedad de sus diseños.
El éxito que tuvieron desde finales del siglo XVIII las telas de algodón se comprende fácilmente si se analizan las cualidades de este material. Era mas ligero, fresco e higiénico que los tejidos de lana, por lo que con el paso del tiempo fue cada vez mas demandado. Y además era muy barato: la producción masiva de estas telas en las grandes fabricas europeas, y también en la cercana Cataluña, abarato enormemente su coste, con lo que se hicieron mucho mas asequibles para la población. Las mujeres fragatinas vestían varias enaguas, unas encima de otras: blancas de hilo y de piqué de algodón para resguardarse del frio, sobre ellas, una falda de paño mas ligero, roja, amarilla o de otros colores. Encima falda bajera de rayas o cuadros y al exterior falda de percal estampado con dibujos de tonos violeta y vinagre, aunque también los hubo de otros colores. De percal se hacían también los delantales. A los hombros llevaban pañuelos y mantones, entre ellos los popularmente conocidos como alfombrat o de meches tejidos en mezclas de seda y lana formando dibujos adamascados.
Para trajes de fiesta se utilizó mucho la seda. Parte de este material procedía de la producción local de telares sederos, como los de Fraga, aunque buena parte de él llegaban de los intercambios comerciales con el levante, especialmente con Valencia. Allí se daba una floreciente industria de la seda que seguía una larga tradición con su pasado musulmán.
De modo que las mujeres de la zona vestían espectaculares sedas en sus faldas exteriores, de llamativos colores y
diseños brocados. Estos diseños derivan de motivos decorativos usados en Italia y Francia en los siglos anteriores (XVIII fundamentalmente): guirnaldas vegetales con flores y frutas sobre fondo de color liso. Estas prendas, las mas ricas de la indumentaria de cada mujer y eran utilizadas únicamente para las grandes ocasiones, de forma que pudieran ir pasando de generación en generación.
Con el avance del siglo XIX, en el que se impusieron modas mas austeras en cuanto a colorido, incorporaron una ultima saya de seda negra para asistir a la ceremonia. Fue una tendencia generalizada en todo Aragón, de forma que a fines del XIX y hasta mediados del siglo XX era común que la novia vistiese traje negro el día de su boda.
Por encima de los hombros las mujeres lucían mantillas o pañuelos blancos, llamados en Fraga mocadors enjardinats, y bobinés en Caspe, estas piezas eran cuadradas con o sin volante, realizadas en batista o tul y bordadas a cadeneta también en blanco.
PEINADOS
Merecen mención aparte los peinados conservados en uso en esta localidad. El de mayor antigüedad fue el picaporte del que ya hemos hablado anteriormente y que durante la primera mitad del siglo XIX fue frecuente en buena parte de Aragón.
LAS ROPAS DE LOS HOMBRES EN EL BAJO CINCA
Los hombres siguieron en su traje las pautas generales establecidas para todo Aragón, aunque solían usar tejidos menos gruesos y telas ricas, como el raso, para la confección de calzones y chaquetas de fiesta, así como sedas de llamativos colores y diseños para los chalecos y pañuelos.
En el siglo XIX, una prenda de diario muy extendida entre los hombres fragatinos fue el tipo de calzones conocidos como aragüells. Eran calzones amplios, largos hasta media pantorrilla y confeccionados en cáñamo o lino blanco, muy similares a los que llevaban los huertanos del levante. Parece lógico que se mantuviera su uso en una zona de abundante huerta, dada su comodidad para trabajar en verano con alpargatas y sin medias. Llego a ser una prenda de "vestir'', acompañada en ese caso con el chaleco y las medias.
Se trataba al parecer de un uso tardío, porque en el siglo XVIII eran frecuentes prendas con características similares, aunque mas cortas, en buena parte del valle del Ebro.
Los vestidos de Alcañiz
Terminaremos nuestro recorrido por el llano en la depresión del Ebro y en los somontanos del Bajo Aragón turolense. En concreto en la ciudad de Alcañiz, para la que se han establecido tradicionalmente diferenciaciones poco claras entre el vestir de las labradoras y el de las artesanas.
Para las artesanas se ha descrito como propio un traje que a los elementos usuales añadía dos piezas peculiares: un pañuelo de merino estampado cruzado sobre el pecho y una falda de algodón de cuadritos con plisado muy fino, salvo en la parte delantera, donde se llevaba un delantal azul marino a topos blancos. Desde nuestro punto de vista, una vez mas resulta totalmente exagerado pretender crear una especie de <uniforme> propio de un grupo concreto. Los documentos fotográficos y materiales corroboran la existencia de estas prendas, pero no por ello se deben adjudicar a un grupo social determinado, pues junto con estas prendas se usaron también todas las demás que eran habituales en los grupos que nos ocupan.
De los peinados de estas mujeres, mencionaremos el pelo rodao, realizado con dos o tres trenzas sujetas en la nuca y enroscadas en el mismo sentido y de cuyo centro colgaban unas cintas negras. También el gran moño de rosca que llegaba a cubrir toda la parte posterior de la cabeza al modo de una gran torta sobre la que se colocaba una llamativa cinta o lazo de colores conocida como quiquiriquí.
Respecto al traje de los hombres de esta comarca, es destacable a finales del siglo XIX y principios del XX de las blusas, en particular unas especialmente cortas y muy decoradas que se usaron como prendas de <vestir>. Esta característica se ha relacionado con la difusión que tuvo esta prenda por todo Aragón y Levante a finales del siglo XIX, especialmente en las sierras de Teruel.
SISTEMA IBÉRICO
Esta área engloba casi la toda la provincia de Teruel y el extremo occidental de Zaragoza. El clima que caracteriza la zona se relaciona con el del Valle del Ebro (mediterráneo - continental). Las temperaturas son mas extremas especialmente en invierno y muchas las precipitaciones, en muchos casos de nieve.
DESDE EL MONCAYO HASTA ALBARRACÍN
Las tierras mas al norte que rodean esta banda montañosa son la que rodean a la mayor elevación de la cordillera: el Moncayo.
Aunque en principio las ropas conservadas y la memoria que se guardan de ellas no reflejan características muy diferentes que al resto de Aragón, si contamos con los dibujos y pinturas de Valeriano Bécquer y de las descripciones realizadas por su hermano Gustavo Adolfo en el libro Cartas desde mi celda, obras realizadas por ambos durante la estancia en el monasterio de Veruela entre 1864 y 1870.
Los hermanos Bécquer describen o pintan trajes femeninos en los que predominan faldas confeccionadas en grueso paño de lana de colores rojo y amarillo con apliques en otros tejidos. En muchos casos estas mujeres visten camisas blancas con justillos sin mangas abiertos mediante encordadera por delante o por detrás y cubren sus hombros con pequeños pañuelos, llevando los picos hasta la cintura de forma que alarguen el talle de la mujer.
En estos dibujos y pinturas destaca, en primer lugar, la disposición de las faldas para facilitar el trabajo, recogiéndolas dobladas en la cintura para formar un rulo vertical por detrás; o la forma de abrigarse levantando por detrás la falda mas exterior hasta llegar a cubrir la cabeza.
Es también usual la representación del peinado femenino de picaporte, ya descrito como el mas extendido por las tierras aragonesas hasta la mitad del siglo pasado.
También en el caso de los hombres estos documentos aportan matices peculiares. Se observa el gusto por las mantas rayadas y la disposición del pañuelo de cabeza como una estrecha banda que rodea la cabeza dejando las puntas sueltas.
Aparecen en las obras de Bécquer prendas tan frecuentes y conocidas como las grandes capas de paño oscuro con esclavina, los calzones cortos y ajustados o las abarcas, pero también otro tipo de piezas no mencionadas hasta ahora y que sin embargo se conocieron en todo el territorio aragonés. Entre ellas, una especie de chaleco de paño de lana, muy cerrado al cuello, de abotonadura cruzada y pechera decorada con otro tejido más fino. En algunas zonas del Pirineo se denomino a esta prenda armilla.
Desde el Moncayo descenderemos ahora a los valles del Jalón y del Jiloca, comarcas que, en lo referente a la indumentaria tradicional, se asemejan bastante a las formas del valle central del Ebro y Zaragoza. Esta claro que la existencia de importantes vías de comunicación a través de estos valles favoreció la adopción de los modelos mas avanzados, especialmente en ciudades como Calatayud, núcleo urbano de gran influencia en la zona.
LAS SIERRAS MERIDIONALES
Nuevamente iniciamos el ascenso hacia regiones occidentales en las que el clima de montaña (Sierras de Vicort, Algairén y CucalÓn y Montes Universales) influye notablemente en las condiciones de vida de sus habitantes. La economía de los pueblos de esta zona se basó en la ganadería y en el aprovechamiento de la madera de sus bosques, especialmente en la comunidad de Albarracín.
Las labores agrícolas también fueron importantes aunque tuvieron que adaptarse a la orografía del terreno, llegando a ser de mera subsistencia.
Al igual que en las regiones de montaña del norte aragonés, fue general en esta zona el aprovechamiento de la lana de los ganados para confeccionar las prendas mas utilizadas. También aquí existieron tejedores e instalaciones como los batanes, imprescindibles para la elaboración de buenos paños de lana, entre los que destacan los de cordellate (tejido basto cuya trama forma cordoncillo). Este paño, considerado característico de esta zona, fue también confeccionado en las mayoría de las comarcas productoras de lana. Dada la ocupación primordial de los habitantes de estas sierras —pastores que pasaban buena parte de su tiempo a la intemperie—, es comprensible la abundancia de las prendas de abrigo y de protección frente a la lluvia.
Para diario era habitual que las mujeres llevasen sobre la camisa chambras de colores sufridos, así como varios refajos o faldas de paño cubiertas con la saya exterior, mas fina (ya se ha visto como en caso necesario remangaban ésta para no ensuciarla durante el trabajo). Para evitar cargar demasiado las caderas y que su volumen fuese exagerado se confeccionaron refajos en cuya parte superior —que no se veía normalmente— se colocaba una pieza de tela mas delgada.
La parte inferior de la falda se decoraba de diversos formas: con cenefas recortadas en paño de otros colores o en terciopelo, con cintas de diversos materiales y colores, con bordados (generalmente monocromos contrastando con el fondo) o con estampaciones de motivos geométricos y vegetales, que fueron evolucionando a lo largo del siglo con la introducción de nuevos estilos; los de principios del siglo XX representaron estilizaciones vegetales de claro trazo modernista.
Eran abundantes los pañuelos y mantoncillos, de diversa calidad y colorido aunque con preferencia por los de fina lana, y las toquillas, prenda que, a pesar de ser relativamente reciente —su uso se extendió en el último cuarto del siglo XIX— alcanzo una gran popularidad en buena parte de las comarcas aragonesas. Las que se llevaban como abrigo a diario se tejieron a punto tupido en lana.
Muchas de las conservadas son negras, apropiadas para los lutos, pero las hubo de diversos colores. En la cabeza llevaban pañuelos como protección frente al frío, la suciedad y los piojos, que aparecían frecuentemente como consecuencia del contacto con el ganado.
Con mayor motivo, puesto que pasaban mas tiempo a la intemperie, los hombres también tenían que adaptar sus ropas al clima, y así vistieron gruesos calzones y chalecos de cordellate, medias de lana, piales, abarcas, polainas, espalderos de piel de cabra u oveja, mantas, pañuelos y sombreros. Un complemento muy habitual, como en muchas otras zonas, era la alforja o el talego, piezas imprescindibles para llevar los enseres personales y, sobre todo, la comida del día.
Sierra de Gúdar y Maestrazgo
Se ha constatado el uso de las prendas habituales usadas en Aragón para el conjunto de esta región como ya hemos visto también en otras zonas anteriormente. Pero el reciente estudio de F. Maneros y C. Aguarod, nos proporciona abundante documentación de la zona sobre la vida de sus hombres y mujeres durante el siglo XIX y el primer tercio del XX.
Las características del terreno determinaron la existencia de dos tipos de población: el de núcleos concentrados y el de masadas, exponente del hábitat disperso propio de buena parte de las sierras turolenses. Ambas modalidades participaban de una economía de subsistencia que compaginaba la agricultura de cereal, la ganadería y el aprovechamiento de los pinares.
Del mismo modo, la organización del relieve de la zona hizo mas fáciles los contactos con la comunidad valenciana que con Teruel y el resto de Aragón. Los intercambios comerciales con el Levante fueron muy intensos durante el siglo XIX, y en el siglo XX fue lugar habitual de destino para los emigrantes de la sierra.
Las características de su indumentaria no presentaba grandes diferencias con las comarcas de las sierras turolenses. Tampoco las hubo entre las de los masoveros (habitantes de las masadas) y de los vecinos de los pueblos.
La preponderancia de los tejidos de lana en las prendas de esta zona se hace todavía mas evidente cuando vemos como, además de la tradicional artesanía de la lana, muy extendida, se produjo en la comarca desde mediados del siglo XIX una industrialización del sector que aprovechaba la materia prima de los ganados y los cursos de agua. Las fabricas de hilados y tejidos actuaron como dinamizador de la economía de la zona hasta la Guerra Civil. Por lo que respecta a otros materiales, el lino y el cáñamo solían tejerse artesanalmente, mientras que los algodones y las sedas llegaban desde Cataluña y Levante por vía comercial.
El calzado también era producto de la artesanía local. Dadas las condiciones climáticas se hizo necesario el empleo de abarcas, espardeñas y zuecos (en este caso los llamados abarqueros, de suela de madera con talonera y empeine de esparto). Todas estas modalidades, utilizadas básicamente para trabajar en el campo, se confeccionaban en casa, o cuando menos en la propia localidad, y solo con el paso del tiempo llegó la especialización y la compra de estas piezas en el comercio. Las alpargatas se consideraban en principio un calzado para las ocasiones importantes, categoría que ocuparon después los zapatos y botas, cuando gracias a la industrialización se redujeron sus precios.
Las mujeres vistieron diferentes tipos de faldas que recibieron una denominación peculiar. A partir de las producciones propias de telares caseros, se confeccionaron en estas localidades varios modelos de sayas o refajos como los llamados <de virones>, < de tartán> y <de cenefa>. Todos ellos se tejían con una mezcla de lana, algodón y cáñamo, lo que les daba un acabado áspero y rígido.
Las <de virones> tenían rayas verticales sobre fondo liso en varios colores, las <de tartán> hacían cuadros, generalmente combinando el negro y otro color mas vivo (blanco, rojo, fucsia), y las <de cenefa> destacaron por su especial consideración entre las mujeres de estas localidades: seguían el sistema de las sayas de tartán, pero introduciendo en la parte baja una trama de algodón de vivos colores formando una llamativa cenefa tejida.
LAS NUEVAS MODAS DE FINALES DEL SIGLO XIX.
LAS TOQUILLAS
Otras prendas que se popularizaron enormemente a finales del siglo XIX fueron las toquillas. Piezas de lana tejidas a punto, fueron sustituyendo a los pañuelos y mantoncillos en el gusto de las mujeres de la mayor parte del país. En principio eran de abrigo, pero poco a poco fueron adoptando formas variadas y acabados especiales que las convirtieron en prendas imprescindibles para cualquier ocasión.
Las mas sencillas de abrigo se tejieron en lana, también se utilizo el llamado <pelo de cabra'>, fibra de lana muy rígida inicialmente procedente de este animal, pero que después se imitó en su brillo y textura con materiales de otras procedencias.
Los tipos de toquillas que se han documentado son muy variados: manteletas o pequeñas capelinas que cubren los hombros dando un aspecto redondeado; toquillas propiamente dichas, cuadradas o triangulares, que adquieren en su colocación la forma de un pañuelo; modelos más ornamentales como las pelerlnas, muy caladas y decoradas incluso con cintas de seda; o los cuellos, reducidos a la mínima expresión para cubrir justo los hombros y formar un pronunciado pico por delante. En general su confección fue industrial, aun- que no faltaron casos en que eran realizadas por las propias usuarias. Este tipo de prendas, enormemente populares en el cambió de siglo, fueron utilizadas en casi toda España.
LOS HOMBRES Y SUS BLUSAS
Si para las mujeres las toquillas constituyeron una prenda de transición hacia modas mas avanzadas, para los hombres
fueron las blusas. En un principio eran propias del traje de los operarios industriales en las zonas mas desarrolladas del país, pero a partir de mediados del siglo XIX empezaron a formar parte de la indumentaria popular.
Su comodidad y bajo coste favorecieron su rápida difusión, (que tuvo lugar mucho antes del ya mencionado y revolucionario pantalón largo.) Se trataba de una especie de chaqueta de tejidos mas bien ligeros, amplia y abierta por delante, y estaba formada por dos partes: una superior o canesú que cubría los hombros y un faldón fruncido que bajaba aproximadamente hasta la cadera. Su uso se extendió por la mayor parte del país, y en Aragón su éxito la llevo a adoptar formas mas elaborada, con tejidos de calidad y decoraciones a base de lorzas y bordados, hasta llegar a ser pieza de fiesta como sucedió en Alcañiz.
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Para terminar este estudio de las peculiaridades del traje tradicional en Aragón, constatamos la evolución que se produce en los usos de las distintas prendas y la tremenda diversidad existente entre comarcas.
A lo largo de los siglos esta tierra ha sido, y sigue siendo, encrucijada de caminos por donde han circulado las mas variadas corrientes culturales, de las que los aragonesxs fueron seleccionando lo que podía resultarles mas adecuado para adaptarlo a sus particulares modos de vida.
De nosotrxs dependerá que el uso actual de la indumentaria tradicional sea un homenaje a nuestro pasado, una constancia de nuestro historia cotidiana, o se convierta en una exhibición de disfraces sin personalidad.
Bibliografía y anotaciones:
Fernando Maneros: Mujeres con sayas y hombres de calzón
Carmen Aguarod: Indumentaria en el Maestrazgo y Sierra de Gúdar (Teruel)
Jesús A. Espallargas: El traje tradicional en Aragón
Carolina Ibor Monesma: Peinados tradicionales femeninos en Aragón