Los Oficios de la Costura

Los oficios de la costura comenzaron con la aparición y desarrollo de los gremios en los siglos XIII, XIV y XV.

 

El origen de las ciudades contribuyó en gran medida a la aparición de la moda en el vestir en su etapa artesanal y espontánea: el desarrollo de la vida urbana, el enriquecimiento de la burguesía con el consecuente deseo de reconocimiento social y de competencia con la aristocracia, la reanimación del comercio urbano y el aumento del lujo y la fastuosidad de las cortes como centros de ostentación y promoción de modas y maneras…, son solamente alguno de los aspectos que impulsaron que en el ser humano surgiera la necesidad de expresar su individualidad a través de la fantasía y la innovación en su imagen.

Una de las consecuencias del origen de las ciudades fue el desarrollo de los gremios o cofradías artesanales. Eran corporaciones que agrupaban a aquellos artesanos que en una localidad determinada se dedicaban al mismo oficio; su fin era la defensa de los intereses profesionales. Una de las características de la vida ciudadana medieval era la independencia en la producción sin sujeción a ningún poder señorial, permitiendo al artesano ser su propio dueño, sin más obligaciones que las que el concejo impone a todos los vecinos. 

En el siglo XIV, época en que los gremios de artesanos se encontraban en desarrollo y adquisición de poder, ninguna asociación podría existir legalmente sin una licencia, ya sea de parte del rey, el señor, el príncipe, el abad, el alguacil, o el alcalde del distrito en el que se proponía establecerse. Se distinguieron en las ceremonias públicas por sus vestimentas especiales, así como por sus blasones y banderas, tenían derecho a tomar parte en las asambleas comunales y discutir sobre sus intereses. 

Se ha comprobado que contrariamente a lo que se consideraba, las mujeres sí podían formar parte de los gremios que agrupaban las profesiones relacionadas con el atavío. Así lo señala María Isabel Falcón Pérez, en su trabajo “Sobre la industria del vestido en Zaragoza en el siglo XV: las ordenanzas de la cofradía de sastres, calceteros y juboneros”. Resulta curioso también conocer que se regula igualmente la actividad de los vendedores de prendas ya confeccionadas, (¿antecedentes del ‘prêt-à-porter‘?), denominados “pelleros”. 

Los miembros de una sociedad gremial se estructuraban en tres clases distintas – los maestros, los asistentes pagados o trabajadores, y los aprendices. El aprendizaje, del cual los hijos de los amos estaban exentos, se iniciaba entre las edades de doce y diecisiete años, y duraba de dos a cinco años.  Cuando los aprendices o trabajadores querían ser maestros, debían someterse a exámenes sucesivos, demostrando su capacidad mediante la ejecución de lo que se denominó una ‘obra maestra’, que consistía en la fabricación de un prototipo perfecto de cualquier oficio que practicaban... Acabado el aprendizaje, el obrero venía a ser sirviente o compañero. Trabajaba para el maestro, pero percibía salario, en espera de tener medios para abrir una tienda.

Con este riguroso sistema y la garantía del reclamo del producto de su trabajo, no es de extrañar el gran desarrollo alcanzado por los gremios que agrupaban los oficios de la costura, demanda cada vez mayor de los habitantes de los nuevos centros urbanos.

Los artesanos relacionados con los oficios de la costura se agrupaban (con pocas variantes entre las ciudades) como: sederos, pañeros, tejedores, tintoreros, zapateros, calceteros, boneteros o sombrereros, pasamaneros, cordoneros o sastres.

Pero la actividad de los gremios estaba fuertemente regulada por las ordenanzas de cada municipalidad. En la mayoría de las ciudades, este control sobre la actividad gremial fue en aumento hasta lograr su total sumisión, bajo la autoridad inmediata de un regidor que controlaba en nombre del Municipio todo lo concerniente a su actividad, en nombre de las disposiciones de las monarquías en el poder. Esta centralización en manos del poder real, a través de sus corregidores en las ciudades, llegó al máximo al intervenir, controlar y aprobar sus ordenanzas, ya que era necesario el acuerdo del Municipio para que adquirieran validez. Con todo ello, no es de extrañar que el origen de los gremios -que fuera en sus inicios algo que propició el desarrollo de la moda en el vestir- se convirtiera, con los siglos, en un obstáculo para dicho desarrollo.

Cuando el desarrollo productivo encontró nuevas formas que rentabilizaban la creación de los bienes de consumo perdieron la fuerza y el poder. La industrialización estaba en marcha…una etapa quedaba atrás y con el fin del antiguo régimen prácticamente se produce la disolución de los gremios en Europa Occidental